DR. FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ PADILLA
Séptimo Presidente de AMVEC
1985-1987
Sus orígenes
El médico veterinario zootecnista Francisco Javier González Padilla, vio la primera luz el 24 de enero de 1949 en la calle de Rayón número 39, Colonia Martín Carerra, ubicada en el antiguo barrio indígena de la Villa de Guadalupe en el norte de la ciudad de México, casona ubicada justo a unas pocas calles del Santuario y Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y del Templo del Pocito.
Sus padres fueron el señor Antonio González González originario de San Miguel El Alto, Jalisco, ganadero de profesión y la señora Everarda Padilla Martín, oriunda asimismo de la misma población alteña de San Miguel El Alto, inicialmente empleada en una tienda de telas y ropa llamada Las Martínez en su pueblo natal y posteriormente dedicada la hogar.
La razón por la cual nuestro biografiado nace en esta área de la capital mexicana es que en esos años se hallaban establecidos en la zona de La Villa numerosos ganaderos jaliscienses, particularmente procedentes de la zona montañosa de Los Altos de Jalisco, quienes tenían establecidos establos lecheros y además, manejaban negocios como introductores de ganado a los mercados de abasto del Distrito Federal
El matrimonio González-Padilla, como se acostumbraba en aquellos tiempos, procrea trece vástagos.
Francisco Javier, añorante comenta:
Fuimos trece hermanos, aunque fallecieron cuatro, dos mujeres y dos hombres. Los nombres de mis hermanos que murieron fueron: Antonio, Cecilia, Socorro y Miguel. De hecho fuimos dos camadas. En la primera camada nacieron Celia, María del Refugio, Cesáreo y José. De la segunda camada fuimos cinco Everardo, Rosa María y Carlos, que nacieron en San Miguel El Alto y solamente mi hermana María del Rosario y yo nacimos en el Distrito Federal, aunque mi papá nos mandó a registrar en San Miguel. Es por esta razón que soy oriundo de la Villa de Guadalupe. Vivíamos en una vecindad en tres habitaciones con un baño compartido.
Mi abuelo Cesáreo González fue ranchero en Jalisco y mi padre heredó de él un rancho, que se llamaba San Agustín. Mi papá fue un jugador empedernido de cartas y de gallos de pelea, por lo que perdió todo su patrimonio. Mi mamá platicaba que mi padre tenía un dicho: “Padres ricos, hijos herederos y nietos limosneros”, y otro que decía: “Vive como piensas o terminarás pensando como vives”. Pero aquí falló el dicho, pues realmente fue mi madre quien tiene el enorme y el gran mérito de habernos criado y de haber hecho de todos nosotros hombres y mujeres de bien. Ella fue madre y padre a la vez. Trabajó mucho, durísimo y nos sacó adelante a todos los hijos. Ella tiene el gran mérito de habernos llevado por buen camino, además de que mis hermanos, los cuatro mayores, que en ese entonces eran muy jóvenes, tuvieron que ponerse a trabajar para poder sostener a la familia. Cuando falleció mi papá, yo solamente tenía cinco años, por lo que tengo muy pocos recuerdo de él.
Las primeras letras
Años más tarde, la familia González Padilla se muda la Colonia Álamos. Francisco Javier cursó sus estudios primarios entre 1955 y 1960 en la Escuela Oficial Estado de Chiapas, vespertina de la Secretaría de Educación Pública, ubicada en la Colonia Álamos, tradicional barrio de los años treinta del siglo pasado, ubicado al sur del centro de la capital, que se localiza entre el Río de La Piedad, ahora Viaducto Miguel Alemán junto con la avenida Obrero Mundial, la Calzada de Tlalpan y las calles paralelas al poniente de Isabel La Católica, Bolívar y Niño Perdido, ahora Eje Central, cuadrante que ahora cierra la avenida Xola. Hizo sus estudios secundarios en la Escuela Secundaria número 3 de la SEP entre 1961 y 1963 en la Colonia Algarín y estudia el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria número 5 en Coapa, egresando en 1969.
El surgimiento de una vocación por la medicina animal
A la pregunta de cómo surgió su interés por estudiar medicina veterinaria, nuestro biografiado responde con asertividad:
De niños íbamos con mucha frecuencia a a ver a nuestra familia a San Miguel El Alto. Teníamos un tío que era el administrador de la empresa de autobuses La Alteña. Esto hacía que viajáramos a menudo para ver a nuestros parientes sanmiguelenses, que eran ganaderos y agricultores. Por otro lado, en La Villa, íbamos a los establos lecheros de los tíos y de los primos. Otra razón por la cual surge en mí el interés por los animales es que cuando nos mudamos a la Colonia Álamos, rentábamos un departamento en una vecindad ubicada en la calle de Galicia número 42. En la azotea, mi madre y mis hermanos mayores pusieron para sostenernos, gallinas, conejos, guajolotes, patos y perros.Recuerdo cuando era el inicio de la avicultura en México, mi hermano Cesáreo compró 300 pollitas de postura Leghorn blancas, las alimentábamos con alimento Api-Aba. Me acuerdo con toda frescura que por correo postal nos llegaba una revista de avicultura argentina, que se llamaba La Chacra. Sin embargo, un día nos cayó el Newcastle y se nos murieron todas las gallinas antes de romper postura.
Una vida de mucho trabajo desde jovencito
Siempre ayudé a mi madre y a mi familia. Cuando tenía 16 años empecé trabajar como “office boy” con un cuñado mío en 1964. A continuación en 1968, cargué la maleta con mi hermano José que vendía relojes. Fue cuando me fracturé un pie y tuve que dejar de estudiar temporalmente durante seis meses, por lo que perdí el último año de la prepa, regresando a terminarla en el ‘69. Después trabajé para Telégrafos de México de 1969 a 1977 por las mañanas y estudiaba por las tardes. Me casé en 1972, cuando laboraba para Telégrafos. Como acabo de mencionar mi hermano José trabajaba en una joyería y entonces me puse a vender joyería fina, en abonos de 1973 a 1975. Sólo así pude sostener a mi familia.
Los estudios universitarios
Francisco Javier continúa con avidez su relato:
Ingresé a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1970, en el Campus de San Ángel. Me tocó aún estudiar en los dos edificios, el antiguo que estaba frente a la Facultad de Ciencias Químicas y a un lado de la Facultad de Medicina y en las nuevas instalaciones que actualmente ocupa nuestra facultad en Ciudad Universitaria, al otro lado del Paseo de las Facultades. En el viejo edificio estudié dos semestres y medio y el resto de la carrera en la nueva sede. El director de la facultad era el doctor Pablo Zierold Reyes. Nos tocó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1970. Conservo aún muy bien los recuerdos. Nos íbamos a ver los partidos en la televisión del “Pitirijas”, que tenía su puesto para bolear zapatos en la entrada de la escuela.
Eran los tiempos afortunados en los que la mayoría de los estudiantes de Veterinaria eran de extracción rural. Me tocó que el ochenta por ciento de mis compañeros eran de provincia y que estaban íntimamente ligados al campo y a los animales. El problema actual de nuestra facultad de Veterinaria es que la materia prima es de origen urbano.
Tuve excelentes compañeros de estudios, entre ellos puedo mencionar a Leopoldo Paasch Martínez, a Roberto Cervantes, a Francisco Suárez Güemes y a muchos más, todos ellos brillantes. Pero la mayoría de ellos se fue a trabajar a provincia, creo que no sería justo solamente mencionar a éstos, porque muchos de ellos en su ámbito debieron de haber sido muy destacados.
Siempre estudié por las tardes. El primer día de iniciados los cursos me raparon, pues aún me tocaron las novatas típicas de la UNAM. Los culpables fueron compañeros míos de la prepa, el principal, el flaco Holguín. Recuerdo que tuve que pedir en mi trabajo un préstamo de quinientos pesos para poder adquirir el Sisson, que era el libro de Anatomia. Se lo compre usado al “Pitirijas”, pues el nuevo costaba como ochocientos. Después me enteré que el “Paisanito» los vendía en abonos y también le compré algunos libros más.
De entre mis maestros puedo mencionar al doctor Gustavo Franco Fragoso, quien era el «coco» de Anatomía. Le saqué «MB». Al examen había que ir bien vestido y con corbata.
Me acuerdo que después del examen final de Anatomía Comparada nos fuimos a casa de un compañero a tomar una copa y ahí le reclamé al doctor Franco lo de la corbata, porque a dos compañeros no los dejaba presentar el examen final, pues no tenían corbatas, finalmente para el siguiente semestre no volvió a pedir que fuéramos de corbata. Hice una gran amistad con él.
El doctor Viterbo Cortés Lobato nos dio Genética.Raúl Anguiano nos enseñó Bioestadística. La doctora Labiel nos impartió la cátedra de Citología, Histología. Fisiología Especial nos la dio el doctor Juan Gay. Era muy duro, pero fue un excelente maestro. Le saqué la mejor calificación, pues me puso “MB”. El doctor Raúl Escalona nos impartió la cátedra de Microbiología.
La única materia que reprobé en mi carrera fue Laboratorio Clínico, con el doctor Edberto Ruiz Skewes. Posiblemente fue porque el grupo que teníamos para hacer las prácticas era muy latoso, aunque siempre hacíamos bien las prácticas y entregábamos los trabajos. Hice también muy buena amistad con él.
Con el doctor Eduardo Téllez Reyes Retana cursé tres materias, Técnicas Quirúrgicas, Terapéutica Quirúrgica y Teoría de la Dialéctica y de la Retórica. El equipo que teníamos en Técnicas Quirúrgicas estaba compuesto por estudiantes de los estados de Morelos y de Chiapas, compañeros curtidos por el sol, les pusimos el “Black Power”. Eran gente de trabajo, al igual que yo, pero aunque hacíamos bien nuestras cirugías, en el examen final nos dijo que teníamos “S”, lo que me pareció injusto y le reclamé, finalmente nos puso la “B”. Lo mismo sucedió en Terapéutica Quirúrgica. Ya en Teoría de la Dialéctica, mi reclamo fue más enérgico y me puso la “MB”, pero me dijo que mi carácter me traería muchos problemas en mi vida. Todavía no sé si tenía razón.
Terminé mis estudios de Medicina Veterinaria en 1974. Pienso que fui un buen estudiante.
El inicio de una fructífera carrera profesional
Cuando nuestro biografiado egresó de la Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM, su suegro que era de origen danés y sus cuñados habían iniciado en 1974 una granja de pie de cría cerdos de raza Landrace y Yorkshire de muy buena calidad importados de Canadá, en Acolman, muy cerca del convento agustino de esta población en el Estado de México, allá por el rumbo de las Pirámides de Teotihuacan. La granja se llamaba Los Pinos. Se afiliaron a la Asociación de Mexicana de Productores de Cerdos de Registro y ganaron Francisco Javier, pensativo, fija la vista en el horizonte y comenta:
El asesor de esta granja era el doctor Machorro. Mi primer contacto real con animales en una granja porcina fue justamente ahí, en la mencionada granja Los Pinos. Recuerdo con toda claridad que había una cerda recién parida que había dado luz a quince lechones. Quisimos vacunarla, sin embargo, la cerda colocó a sus lechones detrás de ella y los arrinconó contra una esquina del corral y no hubo manera de que pudiéramos acercarnos a ella. No nos dejó vacunar a sus lechones, ni a ella.
Fue en esa granja donde observé el primer brote de Erisipela, con los clásicos rombos en la piel. Recuerdo que vacunábamos obligadamente a los animales contra el Cólera porcino junto con el suero anticólera porcino.
Los primeros trabajos
A principios de 1975, el doctor Pedro Solana Martagón, quien era el director general de Ganadería, invitó a mi hermano Everardo a trabajar con él como subdirector de Ganadería. En una ocasión en casa de mi mamá, me comentó que había tres plazas para trabajar en Ajuchitlán, Querétaro, en el Centro de Desarrollo Ganadero de lo que en aquel entonces se le llamaba la SAG (Secretaria de Agricultura y Ganadería), que si me interesaba, a lo que de inmediato acepté.
Terminé clases y guardias en la facultad el último día de marzo y me presenté a trabajar en Ajuchitlán con el doctor Roberto Ruiz, quien era el director del mencionado centro. El doctor Ruiz de inmediato me puso como encargado de la granja de cerdos, en la que se manejaban razas puras de Yorkshire y Landrace, alrededor de 150 vientres, además de que me encargara de los rebaños de borregos Rambouillet y de las cabras, que teníamos de varias razas, Sannen, Nubias, Togennburg y algúna Granadina. Por las tardes me gustaba ir a trabajar con el ganado lechero Holstein, sobre todo, en reproducción, clínica y recría.
En los años ’77, 78 y 79, además de trabajar en el Centro de Desarrollo, por las tardes agarraba mi vocho y me iba a visitar establos lecheros de la zona, pero para trabajar en reproducción y clínica de manera privada.
En 1979 me inicié como juez calificador de cerdos y visitábamos las granjas de los socios de la Asociación Mexicana de Productores de Ganado Porcino de Registro, para confirmar los datos y genealogías de los cerdos que llevarían a las exposiciones. A mí me tocó, junto con mi compañero de estudios, Arturo Gutiérrez Galván, la visita de todas las granjas de Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Estado de México y Morelos. En 1980 me invita el doctor Salinas Aguilera a manejar el Departamento de Fomento Porcino.
En ese mismo año, el doctor Enrique Salinas Aguilera le solicitó al doctor Gustavo Reta Peterson, que todo lo que era la estructura de cerdos de la SAG, pasará a la Dirección General de Avicultura y Especies Menores. De esta manera yo retorné a la ciudad de México como jefe del Departamento de Fomento Porcino y como juez calificador de cerdos. Visitaba todas las granjas de productores de cerdos de registro del país, ya que yo era responsable de los programas de genética y fomento. Manejé diecisiete granjas de cerdos en todo México.
En 1981, el doctor Salinas Aguilera reestructura la Dirección de Avicultura y Especies Menores y crea la Subdirección de Producción y Distribución e invita al doctor Alfonso Sánchez Anaya para manejarla, con tres departamentos, el de Producción que manejaba 53 granjas de monogástricos en todo el país, éste es el departamento que me tocó manejar, aparte estaban los departamentos de Distribución y el de Capacitación y Asistencia Técnica.
Posteriormente, en 1984 hay otra reestructuración de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, ya le habían quitado lo de Ganadería y mi departamento se convierte en Subdirección de Producción de No Rumiantes, manejando las mismas 53 granjas, pero además de que nosotros hacíamos la capacitación y le dábamos seguimiento al programa de paquetes familiares en campo.
Un golpe de timón, el cambio del sector público a la iniciativa privada
En 1988, renuncié a mi puesto en el sector público, pues recibí una invitación para laborar para LUCTA MEXICANA, empresa española productora y comercializadora de saborizantes, acidificantes, etcétera, como director comercial. A continuación, el doctor Victor Gómez Rojas, gerente de Nutrición de Alimentos Balanceados La Hacienda me invitó a trabajar como gerente de Marca del Departamento de Alimentos de Cerdos entre 1989 y 1990. Seguidamente pasó a ENCO, es decir, a Enlaces y Contactos Comerciales, como gerente de ventas a nivel nacional de la línea de aditivos para alimentación animal de 1990 a 1991.
En este proceso ascendente en 1992, me contactó el doctor Oscar Grajales Mújica, propietario de Laboratorios Gortie, distribuidor de Maine Biological Laboratories y de Tribio, empresas estadounidenses. Me enganchó con ellos y junto con un extraordinario colega estadounidense, el doctor Jerry Rountry de Sandlivestock Systems de Nebraska, empresa que se dedicaba al diseño, construcción y equipamento de granjas porcinas, viajamos por todo México, América Latina y España de 1993 a 1999. Años dificilísimos para la economía mexicana debido al error de diciembre del 94, que provocó una catastrófica devaluación del peso y que conllevó a una inflación galopante.
Para el año 2000, me contrató con el señor Jacques Chayet de la empresa de equipo ITUR, distribuidor de Chore-Time Systems, como gerente de ventas de equipo para cerdos, hasta el año 2010.
Actualmente, laboro como gerente de ventas para Hog Slat International ubicada en Newton Grove, Carolina del Norte y que en México tiene su sede en Perote, Veracruz. Esta empresa se dedica al diseño, construcción, equipamiento, remodelación y mantenimiento de granjas porcinas.
Su entorno familiar
Nuestro biografiado conoce a su futura esposa, la señorita Carlota Martínez Aguilera cuando ella tenía catorce años y estudiaba la secundaria en 1970. Francisco Javier y Carlota unen sus vidas en 1972. A pesar de haber contraído matrimonio tan joven, de haber formado un hogar y de haber tenido dos hijos, Carlota cursa sus estudios de bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria Número 6 de Coyoacán e ingresa a la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1982 y se gradúa en 1987. Actualmente labora para la industria farmacéutica humana como promotora y visitadora médica para la empresa Bayer de México.
El matrimonio González Padilla-Martínez procrea a dos vástagos: Francisco Javier González Martínez, que nace en 1974, quien es ingeniero industrial en Sistemas por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, casado y que les ha regalado la alegría de tener dos nietas llamadas Andrea González Wagner de seis años y Sara González Wagner de tres años.
El segundo vástago es Armando González Martínez, nace en 1978 y es licenciado en Administración de Empresas por la Universidad La Salle, casado y quien les ha dado también la alegría de tener otras dos nietas, Renata González Cruz de ocho años de edad y Valentina González Cruz de tres años.
Gestión del doctor Francisco Javier
González Padilla como Séptimo Presidente de AMVEC
1985-1987
Los primeros contactos con AMVEC
La primera ocasión que Francisco Javier participa en una actividad de AMVEC ocurre en 1980, cuando nuestro biografiado laboraba como jefe del Departamento de Fomento Porcino dentro de la Dirección General de Avicultura y Especies Menores bajo el mando del doctor Enrique Salinas Aguilera. Asiste a su primer congreso AMVEC llevado a cabo en Ixtapa-Zihuatanejo en 1981:
Moderé una mesa sobre enfermedades causadas por toxinas, en la que el doctor Emilio Capos presentó un trabajo describiendo casos clínicos en los que se les ponían los ojos azules a los cerdos afectados, relacionándolos con toxinas en el alimento, algo que no se había visto en México. En la misma mesa, el doctor Alberto Stephano Hornedo rebatió al colega Campos, asegurando que esa enfermedad era causada por un virus y de esta fecha, que se menciona el ahora llamado Síndrome del Ojo Azul. Se vinieron una serie de discusiones sobre la paternidad de su diagnóstico y, sobre todo, por el aislamiento del paramixovirus entre varios colegas, todos ellos de alta calidad técnica.
Fue durante este congreso que salió electo el colega Miguel Guzmán de las Casas como presidente de AMVEC, para la organización del congreso mundial de la International Pig Veterinay Society, el cual se llevó a cabo en la ciudad de México, al año siguiente en agosto de 1982. Yo entré como tesorero de la mesa directiva de Miguel Guzmán de las Casas. Debido al IPVS, en ese año no hubo congreso de AMVEC.
Ya en julio de 1983 durante el XVIII Congreso de AMVEC en Puerto Vallarta, el doctor Francisco Bravo Bolaños Cacho, el doctor Joaquín García Rivas, yo como secretario, el doctor Alberto Stephano al frente del comité científico y la gente de la UNAM presentamos una planilla que compitió con la planilla que encabezaba la doctora Silvia Díaz de Cabrero y el grupo de los viejos en ese entonces de AMVEC, como son el doctor Ramírez Necoechea, el doctor Miguel Garibay, el mismo doctor Miguel Guzmán de las Casas, el doctor Juan Manuel Maya, etcétera. Recuerdo que esas elecciones fueron muy cerradas, pero finalmente las ganamos y entonces sí nos pusimos a trabajar.
El primer gran reto que tuvimos en esa mesa directiva fue el grave problema que plantearon los brotes de Cólera Porcino en el sur de Sonora en 1983 y que provocaron que se les quisiera retirar la cédula profesional a dos de nuestros compañeros, por parte de las autoridades de Sanidad Animal, por lo que organizamos el Simposio sobre el Cólera Porcino en México, en el mes de septiembre de 1983 en la ciudad de México, con prácticas en el Laboratorio de la Dirección General de Sanidad Animal de Tecamac, Estado de México.
Al final de dicho evento, nos reunimos el doctor Bravo y un servidor con el doctor Benjamín Jara Guillén, director general de Sanidad Animal y con doctor Michael Bedoya, subdirector del mismo organismo, y logramos que la autoridad no ejerciera ninguna acción en contra de nuestros compañeros.
A continuación, organizamos el Simposio sobre Avances Recientes en la Alimentación del Cerdo en colaboración con AMENA, es decir, con la Asociación Mexicana de Especialistas en Nutrición Animal en el auditorio de CANACINTRA en 1984.
Posteriormente, organizamos el Primer Encuentro Nacional de Porcicultura, también en 1984 en la ciudad de México, en coordinación con la Unión Nacional de Productores de Carne de Cerdo, A.C., que encabezaba el señor Carlos Fernández Curiel y con la colaboración de la Facultad de Veterinaria de la UNAM y la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos y varios eventos más.
En ese mismo año, organizamos un seminario junto con la AMENA Y ANECA denominado Producción Animal, Enemiga o Aliada, en el auditorio de CANACINTRA, Otro evento más que realizamos en el periodo de Paco Bravo fue el de Aspectos Inmunológicos del Cerdo, en octubre de 1984, en el Auditorio de CANACINTRA.
Fue durante la gestión de Paco cuando hablamos con el doctor Berruecos para que nos diera una conferencia sobre el tema que él quisiera y Manuel decidió hablarnos, si mal no recuerdo, de Picasso, vida y obra, lo que causó un gran revuelo en el congreso de Puerto Vallarta. Como anécdota, al final de la plática, el doctor Hugo Funes le reclamó airadamente a Manuel, ya que Funes pensó que iba a escuchar una conferencia sobre genética de cerdos, a lo que Manuel, con su agilidad mental y de manera sarcástica solamente le contestó: “Hugo, yo jamás vi la puerta cerrada”.
¿Cómo fue electo presidente de AMVEC?
Durante la organización para el xx Congreso Anual que se llevaría a cabo en la hermosa ciudad de Mérida, Yucatán, en el mes de julio de 1985 y que como anfitriones serían los integrantes de la recién creada AMVEC Peninsular, encabezada por el doctor Armando Patrón Rosado, evento que resultó ser todo un éxito en todos los sentidos, por la inmejorable organización de nuestros compañeros yucatecos, decidimos preparar una planilla para competir nuevamente por la dirección de nuestra asociación, en este caso yo estaría para presidirla.
Por parte del otro grupo que también quería dirigir a nuestra asociación, lo encabezaba el doctor Miguel Garibay. En la asamblea para elegir al nuevo presidente, el doctor Miguel Garibay declinó a mi favor, quedando yo como único candidato y finalmente como presidente de nuestra AMVEC.
Mi mesa directiva estuvo integrada por:
Presidente: Francisco Javier González Padilla
Secretario: Carlos Chon Romero
Tesorero: Marco Antonio Barrera Wadjimar
Comité Científico: Alberto Stephano Hornedo
Durante la mesa directiva del doctor Francisco Bravo, editamos dos libros, lo cual fue muy costoso, por lo que al tomar posesión de la presidencia de AMVEC, el arranque de mi gestión fue muy difícil, ya que teníamos que pagar los libros impresos y estábamos números rojos. Por lo que mis primeras acciones fueron las de buscar apoyos para venderlos y empezar a recuperar dinero para operarla. Fueron de mucha ayuda el doctor Héctor Quiles, en Tepatitlán; el doctor Carlos Chong Romero, en Sonora y Sinaloa; nuestra filial AMVECO, en Guadalajara y los compañeros de la FMVZ de la UNAM.
Primeramente, organicé el Simposio Sobre Producción Porcina con el apoyo del Departamento de Cerdos de nuestra facultad y especialmente con apoyo del doctor Fernando Quintana, en el mes de agosto de 1985. En noviembre del mismo año, organizamos una reunión en el Auditorio del Centro Nacional de Cunicultura, en Irapuato, Guanajuato, en conjunto con la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, la Dirección General de Ganadería y la Asociación Americana de la Soya, fue el Simposio sobre el Desarrollo de un sistema de Evaluación Genética en Cerdos.
A principios de 1986, organizamos un evento en la ciudad de Aguascalientes sobre Administración de Empresas Porcinas, en el que primero trabajé con los 17 directores de Los Centros de Fomento Porcino, de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos y con la Unión Nacional de Productores de Carne de Cerdo, A.C., en ese evento se presentó la oportunidad de platicar con el señor Eduardo Villaseñor de Laboratorios LAPISA, nos comprara unos 200 libros y con ese dinero, pudimos arrancar la organización del xxi Congreso Nacional de AMVEC que tuvo como sedes a las ciudades de Puebla y Tlaxcala.
En marzo de 1986, AMVEC organizó un seminario sobre Inmunización del Cerdo, con el apoyo del doctor Antonio Morilla, en el auditorio de CANACINTRA en México, D.F.
AMVEC, en coordinación con la Unión Nacional de Productores de Carne de Cerdo, organizamos el Segundo Encuentro Nacional de Porcicultura, en la ciudad de Guanajuato, en el Hotel Real de Minas, en mayo de 1986.
En julio de 1986, AMVEC, junto con la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, así como con La Asociación Americana de la Soya, organizamos un seminario de Aspectos Básicos en Producción Porcina, en la ciudad de México, D. F. En el mismo año, en el mes de octubre, en conjunto con la Asociación Mexicana de Especialistas en Nutrición Animal, organizamos el Segundo Simposio de Avances Recientes en la Nutrición del Cerdo, de nuevo en el auditorio de la CANACINTRA.
Durante 1987, detuvimos los trabajos en hacer eventos como seminarios o simposios, ya que no solamente era la organización del XXII Congreso, sino que juntamos la organización del II Congreso Latinoamericano de Veterinarios Especialistas en Cerdos, organismo que representaba el doctor Ramiro Ramirez Necoechea y el 111 Encuentro Nacional de Porcicultura, con la Unión Nacional de Productores de Carne de Cerdo, representado por el señor Carlos Fernández Curiel.
En febrero de 1987, me invitaron como presidente de AMVEC a coordinar las sesiones de trabajo que organizó en ese tiempo el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES) del PRI, con respecto a la propuesta del Programa Nacional de Porcicultura, que llevaría a cabo el siguiente gobierno del candidato Carlos Salinas de Gortari.
Con esto se percataron del reconocimiento y de la importancia que tenía AMVEC en esas esferas.
¿Cómo fueron sus dos congresos?
El primer congreso que organizamos fue el xxi Congreso Nacional de AMVEC en las ciudades de Puebla-Tlaxcala. Del 13 al 16 de agosto de 1986, en el hotel Mesón del Ángel, en Puebla y el Hotel Misión, de Tlaxcala, tuvimos más de 400 participantes. Fue todo un éxito.
El segundo congreso que nos tocó organizar fue el XXII Congreso Nacional de AMVEC en Acapulco, Guerrero, del 22 al 26 de septiembre de 1987, en el Hotel Acapulco Plaza. El colega Ramiro Ramírez Necoechea, participó con nosotros en su calidad de representante de la Asociación Latinoamericana de Veterinarios Especialistas en Cerdos (ALVEC) y el señor Carlos Fernández Curiel, como presidente de la Asociación Nacional de Productores de Carne de Cerdos. Tuvimos a más de 600 congresistas. Quedamos todos muy satisfechos y contentos. El gran esfuerzo que todos hicimos fue coronado por el éxito. Fue la primera ocasión que un congreso de AMVEC se llevaba a cabo en estas dos entidades, Puebla y Tlaxcala.
Entregué dos Jabalíes Dorados, en cada congreso, uno para el mejor trabajo científico y el otro para el mejor trabajo corralero.
¿Cuáles retos y problemas enfrentó durante los dos años de su gestión?
Con respecto a enfermedades porcinas, enfrentamos los brotes de Cólera Porcino en Sonora. Además, se iniciaba una entidad morbosa entre los cerdos, que se denominó al principio como “Mistery Disease”. Observamos los reportes de lo que se llamaría más tarde, PRRS, es decir, Porcine Respiratory Reproductive Syndrome.
Me tocó además, la controversia originada por la paternidad del diagnóstico y aislamiento del virus que causaba la enfermedad del “Ojo Azul”, situación que llegó hasta el IPVS.
Vivimos también el momento histórico de la prohibición del uso del cloranfenicol en cerdos en nuestro país. Se nos pidió la opinión calificada de AMVEC. Desde aquellos tiempos se consideraba mucho la calidad técnica y científica de nuestra asociación.
Desde el punto de vista de la economía nacional, encaramos y sufrimos la crisis del presidente Miguel de la Madrid. Una inflación que puso en graves aprietos a los porcicultores de México. Precios bajos. Nosotros somos generación de crisis económicas constantes en el país.
Por otro lado, llegamos a tener un consumo récord de 17 kilogramos de carne de cerdo por habitante al año, entre 1984 y 1985.
Una actividad que tuvo mucha repercusión a nivel gremial, fue la participación de AMVEC en la organización de la Convención Nacional de Médicos Veterinarios Zootecnistas, en agosto de 1987, que se llevó a cabo en el Centro Médico Nacional, en la que logramos reunir a más de mil colegas y que durante ese evento también logramos revivir al Colegio Nacional de Médicos Veterinarios, el cual tenía casi una década inactivo. AMVEC fue pieza fundamental, junto con todas las asociaciones gremiales para que se pudieran llevar a cabo.
Otra actividad que promovimos en AMVEC fue la de reunirnos periódicamente con presidentes de otras asociaciones de especialistas, con el afán de intercambiar comentarios y hacer frente común a problemas que se nos presentarán.
Como presidente de AMVEC, estuve apoyando a los porcicultores del Estado de México que lideraban el señor Enrique Gracia y nuestro colega el Mvz Mario Velasco para la formación de tres asociaciones que necesitaban, y juntar las cinco que se requieren para la formación de la Unión Local de Porcicultores del Estado de México.
Finalmente, logramos dejar a la AMVEC con números negros y apoyar a la siguiente mesa directiva con dinero para la organización de sus eventos. Además de que pagamos todos los libros y les dejamos cerca de mil ejemplares para que los comercializaran. Los tenía en un refrigerador del área de Virología en Palo Alto el doctor Pablo Correa.
También deseo mencionar que antes del congreso de Acapulco, los expositores no pagaban el derecho a poner su stand, solamente apoyaban a AMVEC con lo que ellos quisieran y a partir del congreso de Acapulco, y por recomendación de Ramiro, es que empezamos a cobrar esos derechos, lo que nos causó algunos problemas, imaginarán, pero que sentaron las bases para que ahora AMVEC pueda tener dinero en el banco sin ningún sobresalto para su operación.
Otra mención que quiero hacer, es agradecer el apoyo completo que me brindó el doctor José Manuel Berruecos Villalobos, ya que todas las impresiones de los eventos que organicé se hicieron en la FMVZ de la UNAM, aparte de que en mis dos congresos siempre estuvo presente con sus magníficas exposiciones.