DR. FRANCISCO JAVIER GÓMEZ ZEPEDA
Décimo primer Presidente de AMVEC
1993-1995
Sus raíces
El médico veterinario zootecnista Francisco Javier Gómez Zepeda nació en el estado de Jalisco el 18 de diciembre de 1946, pasando su niñez en el poblado de San Vicente, Nayarit, antes municipio de Compostela y ahora Bahía de Banderas. Sus padres fueron don Jesús Gómez Muñoz, originario de Capilla de milpillas, Municipio de Zapotlanejo, Jalisco, médico homeópata de profesión y de doña Reynalda Zepeda Guerrero, mujer dedicada al hogar originaria de El Tuito, Jalisco, municipio de Cabo Corrientes, ubicado en la costa jalisciense. El matrimonio Gómez Zepada procreó tres vástagos: a Francisco Javier el primogénito, nuestro biografiado; Alma Guadalupe y Miguel Ángel.
Los primeros años de la vida de Francisco Javier transcurrieron felizmente en un rancho, casi una aldea ubicada en la costa sur de Nayarit, a tan sólo cuatro kilómetros del mar. En aquellos tiempos, lejana zona de tierra caliente vecina a Puerto Vallarta, que en temporada de lluvias sólo se podía llegar a ella en avioneta.
A la pregunta de cómo transcurrió su infancia, Francisco Javier responde añorante:
Mis hermanos y yo vivíamos con mi madre en San Vicente, pues mi padre laboraba como médico en El Tuito, Jalisco, como cincuenta kilómetros de distancia. De hecho mi mamá fue madre y padre para mí y mis hermanos. Conservo los más bonitos recuerdos de los primeros años de mi vida. Recuerdo con toda frescura, por ejemplo, los festejos de las Fiestas Patrias, las fiestas escolares o las bodas a las cuales como niño yo me colaba. Recuerdo con claridad los días que nos ibamos de pinta de la escuela para ir al hermoso Río Ameca, que en aquellos años conservaba aún su estado natural, sin contaminaciones. Sacábamos con las manos desnudas camarones de río, es decir, langostinos con el riesgo que nos cortaran las manos con sus tenazas. Qué años tan bellos. Me da nostalgia al recordar las cosechas de sandía y del mango que aún es mi fruta favorita, y que debo comer con discreción pues ahora soy diabético.
Las primeras letras
Francisco Javier ingresó en 1953 a los seis años de edad a la Escuela de Párvulos de San Vicente, en donde aprende las primeras letras:
Ingresé a la Escuela Rural Federal Independencia, de San Vicente. Lo que más se me quedó grabado de ella fue un pieza riel colgado que hacía las funciones de campana. Dicho riel se tañía con otra pieza metálica para toda actividad: para iniciar el día escolar, para entrar a los salones de clases o para salir a recreo. Servía para llamar a misa y para cualquier otro evento del pueblo; por ejemplo, para llamar a las juntas ejidales o alguna noticia de importancia. Así supimos de la muerte de Pedro Infante.
Recuerdo con frescura que dicha escuela ocupaba una gran superficie de más de una hectárea, en la cual había tres salones de clases, el resto eran huertos de flores y hortalizas que cultivábamos los mismos alumnos. Las utilidades de la venta de los productos servían para el sostenimiento de nuestra escuela. Además, existía una casa habitación en donde moraba el único maestro, quien a mis ojos fue un apóstol de la educación y cuyo nombre era José Guadalupe Becerra Ponce, originario de Mascota Jalisco.
En todo nuestro minúsculo pueblo sólo había un aparato de radio. Gracias a él escuchábamos las peleas de box del “Ratón» Macias, del «Pajarito” Moreno y de José Becerra.
Tuve prácticamente un solo maestro durante mi educación primaria, fue el ya mencionado profesor José Guadalupe Becerra Ponce, quien nos dio clases hasta el quinto año. Para el sexto año, mi madre me inscribió en la Escuela Rural Federal Emiliano Zapata, que se hallaba en el poblado de San José del Valle, situado a unos tres kilómetros de mi pueblo natal.
Para cursar mis estudios secundarios, mi mamá me envió a estudiar a Guadalajara en 1961. Ingresé becado a una institución del más grande prestigio académico en Jalisco, me refiero al Instituto de Ciencias, fundado y dirigido por los padres jesuitas de la Compañía de Jesús.
Como yo era foráneo, me alojé en una casa de asistencia de muy gratos y agradecidos recuerdos para mí. Era la Casa de Huéspedes de Doña Mariquita. La propietaria fue una gran mujer. Se llamó en vida doña Mariquita Rentaría. Era una señora chaparrita, muy buena y con una mirada muy tranquila. Para ella, todo era la “Divina Providencia”. Yo pagaba solamente cien pesos al mes, que era poco dinero, pero por ejemplo, a un sobrino del obispo de Morelia le cobraba trescientos pesos mensuales.
Al terminar la secundaria, ingresé en 1964 al Seminario de la Casa de Preparación Sacerdotal de la Compañía de Jesús en Guadalajara. Al paso de un año, descubrí que yo no tenía la vocación de sacerdote y no continué más ahí. Los padres jesuitas se portaron muy bien conmigo. Con ellos aprendí la disciplina, el buen orden, el duro trabajo del estudio y practiqué mucho deporte; asimismo, aprendí a jugar al billar y otros juegos de mesa. Además, recuerdo que se comía muy bien en la mencionada institución.
Los estudios de bachillerato
Francisco Javier cursó sus estudios preparatorianos entre 1965 y 1967, en la Escuela Preparatoria de Jalisco, ubicada en las calles de González Ortega y Reforma, en lo que ahora es el Centro Histórico de la capital tapatía. Las instalaciones que ocupaba la mencionada escuela preparatoria de la Universidad de Guadalajara, eran coincidentalmente las mismas que ocupara años atrás el antiguo Seminario de San José, institución igualmente jesuítica. Eran los tiempos de los cursos de bachillerato de dos años de duración.
El surgimiento de una vocación por la medicina animal.
Al preguntar a nuestro biografiado de cómo surgió en él, el interés por estudiar medicina veterinaria, Francisco Javier responde con entusiasmo:
Yo estudiaba la prepa con un grupo de jóvenes que iban a estudiar Derecho, afortunadamente me invitaron a tomar un curso de orientación vocacional y entonces me pareció muy interesante el área de la medicina de los animales. Como antecedentes del origen de mi vocación puedo mencionar que de niño cuando vivía en San Vicente, uno de los primeros trabajos que tuve en mi vida fue cuidar y pastorear cerdos. Estas piaras semiconfinadas que yo cuidaba, comían «coyules”, que son unos coquitos amarillos de palmera. Por las tardes se les daba, además, calabaza picada y maíz tierno con todo y el olote en bateas de madera.
Otra razón de mi inclinación por hacer estudios de medicina veterinaria, fue el hecho de que en Puerto Vallarta conocí a un veterinario cuyo nombre era Javier Ibarra. Me gustó su trabajo y me convertí en su ayudante durante las vacaciones escolares de la secundaria y de la prepa.
Fue en junio de 1967 que hice mi examen de admisión y que me inscribí, de tal manera que ingresé a la Escuela de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Guadalajara en 1968. Estudié en el antiguo edificio que se encuentra en la calle de Santiago Ramón y Cajal, por la zona del Centro Médico, cerca de la Calzada Independencia. Nuestra Escuela de Veterinaria era vecina de los edificios de la Facultad de Medicina, de Odontología y de Enfermería.
Tuve una excelente formación universitaria a lo largo de todos mis estudios de veterinaria. Durante los primeros días me impresionó mucho el anfiteatro y la cámara fría donde estudiamos anatomía. Aún recuerdo los cadáveres de los animales colgados, los esqueletos de caballos, bovinos y otros animales, pero sobre todo recuerdo el penetrante olor a formol.
Tomé clases con magníficos profesores. En primer año tuve al doctor Octavio Rivera Martínez, quien me dio Anatomía; con el doctor Jaime Aranda Velasco tomé Patología Animal y Prácticas de Histología; El doctor Miguel Naranjo Jiménez, químico español muy reconocido en las áreas médico-biológicas de la Universidad de Guadalajara, quien me dio Bioquímica vel doctor Eneas Rendón Ruiz nos impartió Embriología.
En segundo año, tuve al doctor Javier Rivera Hernández, quien nos impartió las cátedras de Parasitología y Bacteriología; el ingeniero Juan Pulido Rodríguez nos dio Bromatología; el doctor Rodolfo Barba López, Virología y Zootecnia de Cerdos. En tercer año tuve al doctor Hiram Osiris González Candela en la cátedra de Patología, Histología y Prácticas. En cuarto año, el doctor Fabián Uviña nos dio Clínica de Aves y Patología y Zootecnia Aviar; el doctor Leopoldo Basurto Ruiz me impartió Inspección Zoosanitaria; el doctor Eduardo Nevares Torres fue mi profesor de Inspección de Productos Cárnicos. En quinto año, recuerdo al doctor Antonio Ladrón de Guevara en la cátedra de Bovinos.
Finalmente, deseo resaltar la enorme personalidad de quien fuera durante muchos años el director de nuestra escuela, me refiero al doctor Ramón Fernández de Cevallos. Poseedor de un carismático carácter, siempre lleno de energía, elegantemente bien vestido con sombrero del mismo color del traje, con un característico puro en la boca y rodeado de un fuerte olor a habano. Versado en inglés y en francés, contrariamente era mal hablado en español, pues se dirigia u los estudiantes con palabrotas y términos que env diría un arreiro. Tenía buen contacto con los alumnos. El fue un apasionado caballista, razón por la cual, de las primeras generaciones de nuestra escuela surgieron magníficos colegas especialistas en equinos, entre ellos, Rubén Anguiano, Roberto Larios, Benjamin Barón de la Mora y Laguna Legorreta.
La tesis la hice diez años después de haber egresado de la Universidad de Guadalajara. Se intituló: Frecuencia y localización geográfica del cisticerco en cerdos de abasto en el Rastro Municipal de Guadalajara. Mi director de tesis fue el doctor Leopoldo Basurto Ruiz y me recibí en 1988.
Estudios de postgrado
El doctor Gómez Zepeda cursó estudios de postgrado haciendo primeramente el Diplomado en Administración Agropecuaria en el Instituto Tecnológico de Occidente (ITESO), la universidad jesuítica de Guadalajara, en 1999, y a continuación una Maestría en Desarrollo Social y Educativo, en la Universidad de Guadalajara, en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUSCH) en 2001.
Su tesis se intituló: La descentralización de la Universidad de Guadalajara y su efecto en el desarrollo de la porcicultura en Tepatitlán, Jalisco. Además, ha tomado cursos y seminarios impartidos por la UNAM, AMVEC y la Universidad de Guadalajara, entre otros.
Los primeros empleos
Francisco Javier empezó a trabajar desde muy joven, ocupando una serie de puestos, sobre todo en el área académica, como maestro de secunda ria en el Departamento de Bucacion Partea Batado de Jalisco, fue maestro de hachulteratai partiendo las catedras de Biologia, Guinea, Pite logía y cursos de inducción a alumnes con entents ción hacia las Ciencias Biologicas y Appears Ha impartido clases de Clinica de Cerdas en la Universidad de Guadalajara, en el campus de dad Guzmán.
Además, como veterinario labora para Promo tora Pecuaria de Anderson 8 Clayton, tomatero de campo.
Una vocación académica
Nuestro biografiado ha sido a lo largo de toda su vida profesor de innumerables generationes de alumnos, es decir, desde 1969 hasta la fecha (2012). Actualmente es profesor de tiempo completo en la Escuela Preparatoria número 10 de la Universidad de Guadalajara, desde 1996, en donde enseña Química, Biología it y Anatomía.
Ganadero, agricultor y asesor
En la actualidad, el doctor Comex Zepeda combina su actividad como profesor con su actividad como productor agropecuario, pues en su rancho de Bahía de Banderas cria ganado bovine de carne al pastoreo. Además, atiende como asesor a algunos nos porcicultores en Poncitlán, Jalisco.
Gestión del doctor Francisco Javier Gómez Zepada como
Décimo primer Presidente de AMVEC
1993-1995
El primer contacto que el doctor Gómez Zepeda tuvo con la Asociación Mexicana de Veterinarios Especialistas en Cerdos, ocurrió cuando participó en el XVII Congreso Nacional de AMVEC de Acapulco, Guerrero, en julio de 1979. Para esos momentos y en años anteriores, él hacía clínica de cerdos laborando para la Promotora Pecuaria de la empresa estadounidense Anderson & Clayton en Guadalajara, Jalisco.
Francisco Javier comenta con añoranza:
Desde antes de terminar la carrera yo ya tenía asesorías en granjas de cerdos que eran parte de mi práctica privada en campo. Combiné esta actividad con la atención que tenía que dar a los porcicultores, clientes de Alimentos Api-Aba, que no estaban dentro de la Promotora Pecuaria de Anderson & Clayton.
Fui por primera vez a una actividad de AMVEC en ocasión de la convención de Acapulco que organizó el doctor Jorge Mercadillo Rodríguez y a las que organizó el doctor Carlos Barrañón Jaleb a fines de la década de los setenta. A partir de esos congresos empecé a ir asiduamente y a conocer a colegas líderes de nuestra organización gremial como son el doctor Ramiro Ramírez Necoechea, el doctor Juan José Maqueda y muchos otros más. Había un ambiente muy bonito y propicio para los veterinarios jóvenes que nos incorporamos a AMVEC. Fue entonces que se formó la asociación local de AMVEC-O, es decir, la Asociación Mexicana de Veterinarios Especialistas en Cerdos de Occidente, en ese mismo año de 1979. El primer presidente fue Roy Díaz Elizalde.
Una vocación gremial
Durante el periodo de 1996 a 1998, fungí como coordinador de los colegios de médicos veterinarios de la zona occidente de México: Jalisco, Guanajuato, Colima, Nayarit, Michoacán y Aguascalientes y fue tesorero de la Federación de Colegios y Asociaciones de Médicos Veterinarios Zootecnistas de México.
Fui presidente de la Asociación de Médicos Veten. narios Especialistas en Cerdos de Occidente, AMVEC-O de 1988 a 1993. Previamente fui tesorero durante la gestión del colega Leonel Haro Benítez y secretario en la gestión del colega Javier Rivera Hernández. Fue entonces que me eligen para dirigir los destinos de AMVEC en 1993 durante el xxvii Congreso Nacional de AMVEC en Cancún, Quintana Roo, siendo presidente el doctor Armando Patrón Rosado. Para mí fue una sorpresa haber ganado las elecciones para la presidencia al doctor Ernesto González Villazaña de México, D. F.
Ahora bien, yo había sido previamente vicepresidente con el doctor Carlos Francisco Valencia Bravo y secretario en la mesa directiva del colega Armando Patrón Rosado.
Mi mesa directiva estuvo integrada por:
Vicepresidente: Mvz Abel Ciprian Carrasco
Secretario: Mvz Mario Gómez Medina
Tesorero: MVZ Antonio Aguilar Esparza
Coordinador del Comité Científico: MVZ Joaquín Becerril Ángeles y Mvz Gerardo Iglesias Sahagún Coordinador AMVEC Regionales: Mvz Leonel Haro Benítez y Mvz Humberto Arizpe.
Relaciones Universitarias: MVZ Jorge López Morales
¿Cuáles fueron los dos congresos que organizó?
Me tocó organizar dos convenciones. La primera fue la xxix Convención Nacional de AMVEC en Puerto Vallarta, Jalisco, en el Hotel Westin Regina en 1994, con más de 480 convencionistas. Fue el año que se firmó el importantísimo acuerdo NAFTA, es decir, el histórico Tratado Libre Comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México, y fue el último año que gobernó el licenciado Carlos Salinas de Gortari.
La segunda actividad que organicé fue la xxx Convención Nacional que llevamos a cabo en Manzanillo, Colima, en 1995. En ese año, la situación en México era extremadamente difícil, pues a fines de 1994 había ocurrido el “Error de Diciembre”, justo al inicio del sexenio del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. Nuestro país se hundió y sufrió una de las peores catástrofes financieras, económicas, sociales y políticas de su historia. Ocurrió además, en enero de ese año, el levantamiento armado de los neozapatistas liderados por el subcomandante Marcos en Chiapas. La porcicultura nacional sufrió muchísimo también. Había un desánimo generalizado entre los porcicultores. Quizás ha sido la crisis que más ha lastimado a los productores de cerdos y a los colegas especialistas de México.
Mis compañeros me aconsejaban cancelar y no organizar el treinta y un congreso, pero yo decidí seguir adelante con el apoyo de los colegas de La Piedad, de Tepatitlán y de el sur de Jalisco. Elegimos como sede de la convención un lugar económico, cómodo y práctico. Escogimos al puerto de Manzanillo. El lugar fue el Hotel Radisson y tuvimos también una asistencia de más de 400 participantes. ¡Se trató de un gran esfuerzo, fue una gran experiencia y finalmente una gran satisfacción!
También recuerdo que iniciamos la costumbre de ofrecer conferencias motivacionales. Por ejemplo, en nuestro caso invitamos al excelente conferencista, el licenciado Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como “Catón».
¿A cuáles colegas se les entregó el Jabalí Dorado?
Durante mi gestión entregamos cuatro Jabalíes Dorados. Se dio un Jabalí Dorado al doctor Martín Chávez Bonilla y otro al doctor Fernando Aguirre Bravo, en la convención de Puerto Vallarta en 1994 y a los colegas Gerardo Iglesias Sahagún y Mario Gómez Medina durante la convención de Manzanillo en 1995.
¿Cuáles fueron los principales problemas y retos sanitarios de su gestión?
Enfrentamos los problemas enzoóticos del Cólera Porcino o Fiebre Porcina Clásica. Se le cambió el nombre a esta pestivirosis de los cerdos para evitar que se dañara a la porcicultura mexicana y mundial, pues había ocurrido un severo brote de cólera humano en Perú en 1994. Todo esto con el objeto de que la gente no confundiera y relacionara estas dos enfermedades, las cuales son totalmente diferentes y que afectan a diferentes especies hospedadoras.
En la época de mi gestión, nuestras autoridades sanitarias veterinarias aceleraron los programas de erradicación de la Peste Porcina Clásica y empezaron los primeros programas de acreditación de médicos veterinarios expertos con el objeto de manejar las vacunas hasta llegar a la certificación de “Piaras Libres”.
Los porcicultores y nosotros debimos enfrentar los primeros brotes del Síndrome del Ojo Azul, cuya etiología identificó nuestro colega el doctor Alberto Stephano como una rubulavirosis/paramixovirosis.
Asimismo, empezaron los programas de erradicación de la enfermedad de Aujeszky en apoyo de los productores porcícolas de México. ¡Fueron años muy difíciles!
Otras actividades gremiales
Nuestro biografiado fue fundador y presidente de El Colegio de Médicos Veterinarios del estado de Jalisco en 1992, y logró combinar en su momento sus puestos como presidente del AMVEC-O y AMVEC. Ha sido padrino de dos generaciones de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Guadalajara y de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Como deportes jugó desde niño al fútbol y al básquetbol y actualmente aún práctica la charrería en su modalidad de Jineteo. Sus pasatiempos son coleccionar navajas, gorras y plumas.
Es además, coautor del libro: Arrieros Somos, obra de estilo costumbrista. En ella relata sus experiencias en la Casa de Asistencia de Doña Mariquita durante sus años estudiantiles en la capital tapatía. En un futuro próximo el colega Gómez Zepeda desea escribir y presentar un libro sobre costumbres y evolución histórica de la región de Bahía de Banderas, Nayarit.
Su entorno familiar
El doctor Gómez Zepeda está felizmente casado con la señora Graciela Guadalupe Padilla Fregoso, quien es médico con especialidad en inmunología clínica y alergias. El matrimonio ha procreado a dos hijas: Alejandra, quien cursó estudios de Ingeniería Industrial, con una maestría en dicha área en el Instituto Politécnico de Montreal, Canadá, y un doctorado en Grenoble, Francia, con la línea de investigación de logística en procesos productivos y quien actualmente labora como profesor-investigador en el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingeniería (CUCEI) de la Universidad de Guadalajara; y Francis Graciela, quien es médico cirujano partero con especialidad en medicina estética, con una maestría en Dermofarmacia en la Universidad de Barcelona. Francis Graciela vive y se desarrolla profesionalmente en Playa del Carmen, Quintana Roo, casada y les ha dado una hermosa nieta llamada Karol Andrea, de un año de edad.
Para cerrar, emocionado Francisco Javier me comenta:
Mis hijas y mi esposa me reconocen afortunadamente mucho como padre y como esposo. Además, siento y percibo a AMVEC como una gran familia fuertemente unida tanto en las derrotas como en las victorias, que son por supuesto las más importantes.